miércoles, 24 de octubre de 2012

"Cristiada". La guerra Cristera.


La película “Cristiada”, basada en el libro de Jean Meyer (historiador francés, naturalizado mexicano)  se estrenó en México el pasado 20 abril, obteniendo un rotundo éxito de taquilla con más de 270.00 espectadores en su primer fin de semana. En España se han recogido firmas durante un año para solicitar a las distribuidoras su proyección, debido al interés que causa el tema, y hemos podido ver el pre estreno de la misma en Madrid en el VI Congreso Mundial de Familias el pasado 26 de mayo.

La persecución religiosa en México, representa un acontecimiento trágico en la historia mexicana. El Gobierno revolucionario y anticatólico persiguió a la Iglesia y al pueblo de México por creer en Jesucristo y en la Santísima Virgen María.

La original constitución mexicana de 1927, establecía una política que negaba la personalidad jurídica a las iglesias, las subordinaba a fuertes controles por parte del estado, prohibía la participación del clero en política, privaba a las Iglesias de su derecho a poseer bienes raíces, desconocía derechos básicos de los llamados “ministros de culto” e impedía el culto público fuera de los templos.

Después de una resistencia pacífica, comenzaron las escaramuzas, y las rebeliones formales y oficiales comenzaron el 1 de enero de 1927, en el centro y occidente de México. A estos rebeldes, los llamaron Cristeros, y se inició la Guerra Cristera. (también conocida como Guerra de los Cristeros o Cristiada).

“Cristiada” es una narración épica de la Guerra Cristera que duró cuatro años, desde 1926 hasta 1929 y  nos relata el intento del Gobierno mexicano de suprimir la libertad de culto, mostrándonos como muchos mexicanos eligieron defender su libertad.  Aborda unos hechos reales e históricos impactantes,  invitándonos a la reflexión. Hace referencia al desesperado levantamiento del pueblo cristiano en defensa de su fe.

La película comienza en México en 1927, cuando el presidente Plutarco Elías Calles pone en práctica una serie de medidas para limitar y luego prohibir las prácticas públicas religiosas. En consecuencia, algunos grupos de creyentes, milicias de laicos y presbíteros católicos, se resistieron a la aplicación de la legislación y políticas públicas, orientadas a restringir la autonomía de la Iglesia Católica, por lo cual,  deciden tomar las armas cuando las tropas de gobierno expatrian a los sacerdotes extranjeros  y obispos, a la vez que comienzan a cerrar, quemar y saquear iglesias; y al grito de “Viva Cristo Rey” inician una guerra contra el ejército nacional.

El protagonista, Enrique Gorostieta (protagonizado por Andy García), es el líder de los Cristeros de Jalisco. Un ex miembro de la Revolución mexicana, que se puso al frente, contratado por los campesinos, ya que le consideraban el mejor para dirigirles en la lucha. Le llamaban el General invencible por su talento en las artes de la guerra. Aunque no era un católico practicante cuando se puso a la cabeza de los cristeros,  terminó convertido por el ejemplo de sus camaradas en aquella épica lucha. Al final, pide la confesión, a pesar de que solo participaba en la Guerra por pura conveniencia personal.

El diseño, el vestuario, la fotografía y la dirección, están muy bien cuidadas y tienen gran calidad artística. El rodaje se realizó en escenarios naturales y cerrados de siete lugares de la República Mexicana.

La película, dirigida por Dean Wright cuenta con las actuaciones estelares de Andy García (quien realiza un papel impresionante como el general Enrique Gorostieta), Eva Longoria, Peter O´Toole, Catalina Sandino, Rubén Bladés, Santiago Cabrera, Nestor Carbonell, Eduardo Verastegui (que interpreta a Anacleto González) y un elenco multinacional, que logran una representación inmejorable de los hechos históricos que tanto han marcado la historia de México. 

Esta película, llega en un momento fuerte e importante para México, ya que recientemente han recibido la visita del Papa Benedicto XVI y ha sido aceptada la reforma del artículo 24 de la constitución política mexicana donde se concede la libertad de culto. Hay que recordar que hasta hace algunos años, los sacerdotes no podían andar por la calle con camisa clerical y mucho menos con sotana, ya que se les imponía el pago de una multa por ese motivo.

Benedicto XVI beatificó a 13 mártires de la Guerra Cristera en el año 2005, y la historia de 6 de ellos aparece en la película, destacando el joven de 14 años, José Luis Sánchez del Río, que fue torturado y en ningún momento quiso renegar de Dios para salvarse. Murió gritando “Viva Cristo Rey”. O como Anacleto González, padre de familia y que murió perdonando a sus enemigos.

Sin haberla vivido, y sin saber nada de la Guerra Cristera, me ha resultado un relato de auténtica demostración de fe y conversión. Un relato duro a la vez que conmovedor, donde gente sencilla lucha por sus principios, por mantenerlos y por no perderlos, a costa de luchar y reafirmar sus creencias hasta en los momentos más críticos, donde hubiera sido más fácil renunciar a ellas para seguir vivos, pero que sin embargo, se reafirman una y otra vez al grito de “Viva Cristo Rey”.

Hoy en día, todavía se palpa en México aquellos años de lucha, que aunque contribuyeron a la libertad mexicana, dejaron una profunda huella que no podrán olvidar y que será relatada a generaciones futuras, ya que todo esto que pasó, no aparece en los libros de la historia de México, y todavía hay leyes que prohíben a la Iglesia tener presencia en los medios de comunicación (radio y TV).

No veamos esta película únicamente para entretenernos, sino para hacer conciencia y exigir libertad de religión.

Lo único que es difícil de entender, es porqué está hecha en inglés con subtítulos en español. Historia de México, hecha en México y…… ¿realizada en inglés?



Trailer oficial
www.youtube.com/watch?v=GS6zxHusgz0



martes, 2 de octubre de 2012

Hay que seguir empujando

Ya tengo dos hijos en la Universidad, van comenzando su camino. Pero llegar hasta ahí no ha sido fácil. Puede parecer que sí, que todo es muy normal y que las cosas surgen de forma natural, pero lo cierto es que hay que continuar a su lado, empujando, acompañándoles y animándoles.

Les hemos dado todo lo que hemos considerado que les iba a ir bien, aunque a veces nos hemos pasado dando y nos hemos quedado cortos exigiendo.

Muchos jóvenes dejan los estudios, pensando que van a encontrar un trabajo y que van a comenzar una vida independiente. Pero después de un año buscando un trabajo, se dan cuenta que no es así y entonces, retroceder es dificil. Algunos padres consideran que con 17 años ya son mayores para decidir lo que quieren hacer, pero si les dejas solos..... ten por seguro que se van a equivocar.

Hoy en día no tienen conciencia de que es lo mejor para ellos. ¡Ojo! algunos sí!, pero la gran mayoría no. Y cuando descubren que se han equivocado, tratan de dar marcha atrás pero se dan cuenta que ya no es tan fácil reanudar las cosas donde las dejaron.

Tuve la tentación de hacer lo mismo que esos padres. Cansada de discutir, de tratar de convencerles para que estudiaran, de darles razones de porqué debían hacerlo.....tuve la tentación. Pero pensándolo detenidamente, decidí que no podía abandonarles. Si yo no estaba a su lado ¿cómo iban a saber como seguir?

Con lo cual, seguí dándoles la lata, seguí empujando y al final, hubo buenos resultados.

Cuando mi hijo aprobó este año la selectividad, le dije: -¡qué sepas que ese aprobado es también mío!- A lo que el me contestó: - Soy yo quien ha estudiado- y yo le respondí: - Y yo quien ha empujado-. Porque así ha sido, si no estás detrás para animar, motivar, apoyar y hacerles comprender, ¿cómo se van a dar cuenta si no de qué es lo que deben hacer?

Terminarán la carrera, se pondrán a trabajar, se comprarán una casa, formarán una familia........ y el ciclo volverá a comenzar. Eso sí, yo estaré a su lado, empujando una y otra vez, tratando de ayudarles en lo que pueda, dejando que caminen solos pero a su lado siempre.

Los hijos son como un gran barco. Sueltan amarras, se van a otros lugares, conocen otros países, a otras personas.... pero el barco vuelve siempre a repostar, regresa a puerto para hacer sus reparaciones, para coger víveres. Nosotros, los padres, somos ese puerto. Estaremos siempre esperando y con la mano tendida para lo que haga falta.

¿Qué no hace falta? ¡estupendo! seguirán navegando, pero si lo necesitan, ahí debemos de estar, dispuestos a empujar.

Animo a todos los padres a que sigan empujando, que no abandonen y continúen al lado de sus hijos cuando ellos creen que pueden caminar sin ayuda. Ellos lo necesitan, nosotros también y se van a dar cuenta de cuanto les hemos querido y les queremos. ¿Quien puede querer más a un hijo que sus padres? ¡Demuéstraselo!

lunes, 31 de mayo de 2010

¿Qué es un orientador Familiar?

El trabajo de un Orientador Familiar consiste en una labor de ayuda a los padres de familia para que estos sean capaces de hacer mejor lo que, en muchos casos, ya están haciendo bien: educar a sus hijos.
El Orientador Familiar no sustituye a los padres: les informa y les estimula a analizar su propia situación familiar y les ayuda a proponerse mejorarla.
Es un asesor de padres de familia en cuestiones de educación familiar. Orientar significa indicar, señalar, mostrar el camino, para llegar a un mejor conocimiento de la propia situación y actuar en consecuencia a fin de lograr una mejora personal -propia o ajena-.
El Orientador familiar entrena a los padres, les ayuda a prever la situación familiar en cuanto es posible. Por ejemplo, el tema "adolescencia" o mejor relación "padres adolescencia", no sólo interesa a los padres con hijos adolescentes sino también a padres con hijos pequeños, puesto que sus hijos llegarán a esa edad. Así, se fomenta la actitud de previsión de los padres. Sin previsión, corren el riesgo de ser ingenuos o llegar tarde.
Muchos padres acaban descubriendo que el factor integrador de la unidad familiar radica en ellos mismos: en su lucha personal por mejorar siempre, en sus relaciones conyugales.
La Orientación Familiar no es sólo una ayuda a la familia, sino también una influencia positiva en la sociedad. Las familias que más suelen acudir a la OF son las que van bien, porque saben que pueden llegar mucho más lejos y con su ritmo de mejora contagiar a otras familias.
La familia sigue siendo la unidad básica y más natural de la sociedad para mantener los valores humanos y espirituales, frente a cualquier tipo de influencias nocivas para la educación. La familia no puede ignorar el ambiente que le rodea ni puede dejar que la influencia ambiental anule su labor educativa.
No basta la intención y el deseo. Se necesita preparación en temas de familia y educación familiar.
La OF potencia las posibilidades de la familia como entidad educadora, mediante la mejora personal de cada uno de sus miembros. Se dirige principalmente a los padres pero no se limita a ellos.
Es un servicio que está siendo reclamado desde todas partes dada la confusión doctrinal y moral de nuestro tiempo. Se puede decir que "no es el orientador familiar el que elige la profesión, sino que se encuentra elegido".
El orientador familiar tiene que tener una preparación adecuada. Hay que conocer bien la familia y su funcionamiento.
No hay fórmulas mágicas. El OF no receta: guia, muestra el camino y ayuda a caminar.

lunes, 12 de abril de 2010

Conciliación de la vida personal, laboral y Familiar

Dentro de la Política Familiar. El aspecto laboral constituye una parte fundamental para conseguir un adecuado desarrollo en la vida familiar, por lo que representa el trabajo remunerado como principal base de sostenimiento a las familias.

Con la masiva incorporación de la mujer al mundo laboral, la reestructuración de la vida social ha motivado que se planteen nuevas situaciones para poder conseguir la correcta conciliación de la vida laboral y familiar, “ya sea en servicios externos de apoyo destinados a las familias (como guarderías infantiles, cuidados a domicilio, etc.), ya sea en reducciones de la jornada laboral que permitan a los propios interesados disponer de más tiempo con el fin de prodigar ellos mismos las atenciones o cuidados que requieren algunos de sus familiares dependientes”.

Pero donde más se nota la necesidad de esta conciliación laboral-familiar es en el cuidado de los hijos y a los servicios para atender a los niños menores de tres años durante la jornada laboral. Algunos autores se refieren a ello como “tratar de conseguir la mejor integración entre la esfera productiva y la reproductiva”.
Todas estas medidas tienen por objetivo el lograr una mayor flexibilidad dentro del mercado laboral, en la organización de los tiempos de trabajo para que hombres y mujeres puedan hacer frente a sus responsabilidades familiares, en las mejores condiciones posibles.

Dentro del mercado laboral, la mayoría de estas medidas de conciliación, se expresan en forma de tiempo, como son los “permisos y excelencias laborales, medidas mixtas de política laboral y familiar, que están directamente relacionadas con la natalidad ya que su objetivo es atender el nacimiento y crianza de los hijos”.

Las medidas más comunes son: los permisos de maternidad (tiempo al que tiene derecho la mujer para atender al hijo recién nacido, además del derecho que tiene a recuperar la salud para estar en condiciones de volver al trabajo), las licencias de paternidad (tiempo al que tiene derecho el varón por el nacimiento de su hijo), las licencias por razones familiares (tiempo que puede solicitar el progenitor para atender a un familiar enfermo) y los permisos o excedencias parentales (excedencias laborales solicitadas por ambos padres para el cuidado de los hijos en edad preescolar). Este reconocimiento social de la paternidad y maternidad, constituyen uno de los fundamentos de la política familiar. Es imprescindible la implantación de medidas que la favorezcan, y que afectan principalmente a las mujeres.


Con independencia de la situación laboral de la mujer, la asignación tradicional de roles de género ha permanecido. Esto ha dado lugar a la asunción de una doble jornada por parte de la mujer. Con el fin de paliar esta situación es necesario un reparto más equitativo de responsabilidades entre mujeres y hombres. A pesar de todo ello, los hombres no han aumentado su cuota de responsabilidad en la esfera personal y las mujeres siguen soportando esa doble carga.

Desde la empresa se percibe el conflicto como algo ajeno y como una amenaza potencial al rendimiento. Facilitar la conciliación se considera un coste que la empresa no está dispuesta a asumir.

Algunas empresas europeas están cambiando la tendencia y han empezado a aplicar medidas que favorecen una mejor conciliación entre trabajo y vida personal. El éxito de estos programas radica en su universalización, su aplicación tanto a trabajadoras como a trabajadores, ya que su finalidad es promover la igualdad de género. Si estas medidas se destinan sólo a las mujeres, perpetuarán los problemas y las empresas seguirán percibiendo que contratar a una mujer es más costoso.

La conciliación de la vida personal, familiar y laboral responde a la necesidad de resolver este conflicto que afecta a las personas, a las empresas, a la familia y a todo el entorno social. Una actitud sensible de las organizaciones hacia este problema supone el desarrollo de una nueva cultura de organización

La conciliación es un conjunto de acciones sociales, institucionales y empresariales cuyo objetivo es el desarrollo de una sociedad más igualitaria y justa. Es un modo de organizar el entorno laboral que facilita a hombres y mujeres la realización del trabajo y de sus responsabilidades personales y familiares. Conciliar no supone trabajar menos, sino de forma distinta.

Los poderes públicos han tenido un papel prioritario en la potenciación de la igualdad entre hombres y mujeres, impulsando políticas de fomento del empleo y promulgando leyes que establecen medidas de conciliación. Pero en numerosas ocasiones estas políticas han perdido su carácter universal convirtiéndose en políticas para la mujer, diluyéndose el efecto impulsor de la igualdad.

La Ley 39/99 de medidas de conciliación de la vida familiar y laboral de las personas trabajadoras ha supuesto un importante avance, pero tiene muchas lagunas que impiden una efectiva conciliación y la asunción de responsabilidades familiares por parte de los hombres.

Un aspecto muy importante para cambiar esta tendencia es el de la sensibilización y educación de la igualdad, el reparto de responsabilidades y la conciliación desde el entorno escolar para cambiar las actitudes y paradigmas de las nuevas generaciones.

La conciliación es necesaria porque el número de madres que trabajan ha aumentado, y porque los padres tienen el derecho y la responsabilidad de la atención de sus hijos e hijas, ya que es necesario encontrar soluciones que permitan a mujeres y hombres repartir y compartir las obligaciones y aspectos de la vida familiar.

El vínculo con la familia reside no en el número de horas que se pase con ella, sino en la calidad y en la presencia total cuando se está con ella.

La Justicia y el comportamiento moral

Algunos textos bíblicos ya hablan de la justicia como virtud especial. Las virtudes son sus empeños, pues ella enseña la templanza y la prudencia, la justicia y la fortaleza: lo más provechoso para el hombre en la vida.

En la Biblia, Dios es el Justo por excelencia: establece una Alianza salvífica con su pueblo a la cual es fiel (Gn 24, 27; Jos 23, 14; 2 S 2, 6). Esta justicia se manifiesta en castigar a personas o naciones impías y en socorrer al oprimido. Frente a las caídas e infidelidades del pueblo elegido, comienza a desarrollarse un concepto más profundo de la justicia de Dios como fidelidad unilateral a la Alianza, que lleva a manifestar la misericordia divina con los pecadores. Por eso, la justicia entre los hombres no puede limitarse a una relación de estricta igualdad, debe estar siempre acompañada de la misericordia.

La justicia divina comienza a considerarse en un terreno más espiritual y escatológico y se pone en relación con la paz. Aunque Dios es el justo por antonomasia, el hombre es justo cuando vive según las exigencias de la alianza.
En el Antiguo Testamento, se habla de lo que llamamos la justicia social: igual que Dios libra al pueblo de la esclavitud de Egipto, los israelitas no deben imponer la opresión al prójimo. Hay muchas denuncias proféticas de las injusticias: homicidio por la lujuria y codicia, desgobierno de la autoridad, injusticias en los tribunales, opresión a los pobres, etc… Yahvé cuida a los pobres y a los oprimidos que están a merced de los prepotentes y no consiguen obtener justicia. El Señor toma la defensa de los débiles. Por eso, son los pobres y los humildes de corazón los que ponen la confianza en Dios (Sal 40, 18; Pr 21, 5), así, el concepto de pobre se aproxima al significado de justo.

Ya lo vemos en el nuevo testamento: Dios ensalza a los humildes, colma de bienes a los hambrientos; en cambio dispersa a los soberbios y deja con las manos vacías a los ricos.. El Señor propone una “justicia superior”: al mal no se debe responder con el mal, sino con un comportamiento afectuoso y una total adhesión al bien. Se trata de poner un amor sin reservas en la base de la justicia.

El amor a Dios y al prójimo en su más completo radicalismo, hasta amar a los enemigos, se hace posible gracias a la plena donación de Cristo. Es un amor que por deber de justicia, debe comenzar con los más pobres y necesitados: es la caridad de Cristo que se hace solidario con toda la miseria e indigencia humana. El amor cristiano es una actitud interior; por eso es más importante formar el corazón de las personas que crear estructuras jurídicas y sociales

La virtud de la Justicia se puede definir como la voluntad constante y firme de dar al otro aquello que le es debido (CEC 1807). Sus elementos clásicos son:

a) La Igualdad: no se regula por “quien” sino por “qué” y “cómo” se intercambian los bienes.
b) Lo debido: significa que la justicia obliga según un estricto deber jurídico que casi siempre puede reclamarse con un título legal. La justicia no “obliga más” que las otras virtudes.
c) La alteridad: quiere decir que se trata de dos partes diversas; se distinguen porque una posee un derecho que la otra debe respetar. Por ser virtud, la justicia radica en la interioridad del ser humano, y su destino es una persona o un grupo de personas. Un exceso de objetividad podría transformar la justicia en injusticia.

La justicia es por naturaleza una virtud social. Se identifica con la justicia general subrayando el aspecto del bien social, que redunda en el bien de la persona, sobre todo de los más necesitados.

La justicia social, ha asumido gran importancia en nuestra época. Es un deber de los individuos y de toda la sociedad en su conjunto. La justicia no puede limitarse a las relaciones individuales. Es una virtud moral que se refiere a los medios para alcanzar el fin último. La Iglesia enseña que no hay distancia entre el amor al prójimo y la voluntad de justicia. Si se oponen, se desnaturalizan ambos a la vez. Una justicia cerrada en sí misma desemboca en el egoísmo y en el individualismo, y lleva consigo el riesgo de las mayores injusticias.

La justicia es una tarea moral permanente que empieza por uno mismo y alcanza ciertas estructuras (leyes, instituciones, etc.). Hay que hacer lo que está al alcance, que siempre empieza por uno mismo y repercute en los demás.

Los Abuelos como educadores

Las necesidades de la vida moderna, ha hecho que hayan desaparecido, sobre todo en las grandes ciudades, las tradicionales familias extensas, en las que los abuelos desempeñan una importante función. Hoy, sólo los padres y los hijos están en el hogar. Cuando los abuelos viven en la misma ciudad, se debe cultivar su relación y trato con asiduidad para evitar que desaparezca por la permanente falta de tiempo para todo. Pero la vida familiar se queda sin algo cuando no se cuenta con los abuelos. Su presencia, nos hace tomar conciencia de nuestras raíces.

Muchos de los abuelos que participan en la vida de sus hijos y nietos, son distintos de los abuelos de antes. Se mantienen en forma, y al estar jubilados y ya sin la responsabilidad de sus hijos en casa, disponen de todo el tiempo del mundo y necesitan recibir y dar afecto. Estos abuelos “activos”, deben ser capaces de interesarse por lo que sucede y por los proyectos de vida de los hijos, los cuales, hoy en día, la mayoría están trabajando ambos cónyuges y no siempre tienen el tiempo que quisieran para dedicar a la familia y a los hijos. Este es uno de los problemas que también hay hoy en día. Han cambiado los parámetros de valoración, se tienen menos hijos porque no es conveniente o como dicen algunos “cuestan mucho dinero”, cuando en realidad se busca un mayor “bienestar”.

Todos los estudios realizados hasta ahora, nos indican que las relaciones entre abuelos y nietos se perciben como muy satisfactoria por ambos miembros. La experiencia de los abuelos, fascina al niño, ayudándole a relacionar pasado y presente, dándole seguridad y equilibrio. Cuando son pequeños, idealizan a los abuelos, y según van creciendo, se establece una relación más igualitaria. Con lo cual, los abuelos pasan a tener un papel complementario en la educación.

Pero para que los abuelos sepan ayudar dentro del ámbito familiar, es necesaria una condición: prestar su ayuda sólo y cuando es preciso, y cuando se le pide. La cuestión está en cómo encarar las dificultades que se producen en la relación familiar, cuando superprotejen al niño para ganarse su afecto, convirtiéndole en un ser débil y caprichoso, evitándole problemas y dificultades. O también, cuando se presentan como buenos y comprensivos, adquiriendo así los padres el papel de malos.
Cuando los abuelos además, tienen que compartir la casa con los hijos, la convivencia puede resultar aún más difícil. En este caso, los abuelos han de esforzarse en pensar más en los demás, en eliminar su protagonismo, silenciando sus arranques de autoridad, porque ya están los jefes de familia – los padres- para ejercerla, tratando de servir al máximo y de que se note lo mínimo. No deben criticar la conducta de los padres ni tratar de dirigir a los nietos, no deben pretender ser indispensables. No deben hacerse los mártires para llamar la atención, ni desautorizar a los padres en las decisiones o castigos que tengan que tomar en relación a sus hijos.

Los abuelos no deben interferir en el esfuerzo educativo de los padres, el que estos sean los encargados de educar, no les excluye, sino que deben respaldar las normas que los padres mantienen en su labor educativa, sin necesidad de renunciar a su propio estilo. Acompañar y estar, requiere un gran cuidado.

La familia, es “una comunidad de amor y solidaridad”, y los miembros de la familia, están implicados en proporcionar apoyo mutuo. Y esto también implica a los hijos y nietos, respecto a los padres y abuelos. Cuando hay una incapacidad, mala salud o simplemente, tristeza, hay que dar el apoyo que sólo la familia puede dar. Las relaciones intergeneracionales, suelen ser la fuente más frecuente de apoyo social para los adultos según se aproximan a edades avanzadas. A pesar de vivir rodeados de familiares, podemos sentirnos solos, deprimidos, lo que influye también en el ambiente familiar.

Tiene que haber un feed-back, es decir, al igual que se recibe, hay que dar. El enriquecimiento puede ser inmenso. El amor, es el lazo familiar que une a los miembros de una familia. Si la familia fuera un invento social como algunos dicen, se reduciría a un conjunto de acciones realizadas por un conjunto de seres humanos, pero hay algo más en ella de lo que imagina esa visión exclusivamente social.
Abuelos, padres y nietos, pertenecen a épocas históricas diferentes. Tres generaciones que deben aprender a vivir y a relacionarse. Los hijos, chocan más con los padres que con los abuelos. En cualquier caso, a pesar del caudal de experiencia de que disponen los abuelos, aprendemos más de nuestra propia experiencia, y para que puedan ayudar en el ámbito familiar, como hemos dicho al principio, deberán prestar su ayuda sólo y cuando es preciso y cuando la ayuda es requerida, y hacerlo…con todo el amor.

Comunicación intergeneracional

Ante todo somos seres sociales. Necesitamos a las personas de nuestro alrededor. Pero hoy en día tenemos mucho miedo de relacionarnos con los que hay a nuestro alrededor. Parecemos tener prisa y falta de tiempo para comunicarnos con los demás. Y estas relaciones sociales, influyen en nuestros hijos. Ellos observan cómo nos comportamos, aprenden de nuestras actitudes, y quizás sin querer, les predisponemos a tomar la misma actitud.

No nos atrevemos a descubrir nuestros sentimientos. Pero esto, ya sucede en el interior de la familia. La comunicación es importante para poder llegar a los demás. Los adolescentes, que están en camino de ser adultos, tienen que aprender a caminar solos, tienen que saber andar sin las cuerdas con las que les sujetamos y tienen que aprender a tener un criterio propio. Su maduración psicológica, va a depender mucho de lo que estén observando y aprendiendo en su ambiente.

Pero no se puede pretender que ellos cumplan nuestros sueños. Hay que darles autonomía y ayudarles a adquirir confianza, sin caer en el autoritarismo. Tienen que aprender a ser adultos dentro de su libertad, pero con un juicio recto. No hay que olvidar que están creciendo, y habrá que tratarles en acorde a su edad, con los cambios que ello implica. El apego que existe entre un hijo y su madre desde el momento en que nace, es indiscutible, y marca una pauta importante en el crecimiento del niño. Desde ese momento, ya existe una comunicación cercana entre los miembros de una familia.

Muchas veces nos olvidamos de lo que todos podemos aprender de nuestros propios padres, que ahora, siendo abuelos, pueden aportarnos una experiencia enriquecedora y que pueden transmitir a las siguientes generaciones. Pero también es cierto, que no deben inmiscuirse en la educación que dan los propios padres, no deben contradecir los valores que estos creen estar aportando, sino darse ellos mismos sabiendo que pueden contribuir a la maduración y crecimiento interior de su propia familia.

Pero la adolescencia es una época de grandes cambios. Los adolescentes están muy influidos por la propia familia y por la parentalidad que ello implica. Las alianzas entre los miembros de una familia son normales siempre que estén encauzadas, a pesar de los diferentes casos que pueda haber (falta de uno de los padres, separación, ausencia de hermanos…). Hoy en día, el rol de padre ha cambiado. La gran mayoría han sido relegados de su función en la familia, el trabajo sobre todo, es el que más ha influido para que suceda esto. Decía Juan Pablo II una frase muy adecuada: “Hay muchos hijos huérfanos de padres vivos”. Con esto se refería a que hay que estar “ahí”, con ellos, no pensemos que crecen solos. Necesitan una seguridad afectiva desde el principio, y esta debe ir adaptándose a los diferentes momentos de su vida.

Los adolescentes necesitan una afectividad que es necesaria para el encuentro de su propia identidad personal. Necesitan comunicarse y recibir una serie de “datos” para poder “configurar” su “disco duro”. Hay que enseñarles a que se acepten como son, a respetarse y a que se quieran ellos mismos. El respeto y la confianza, es imprescindible para el desarrollo de su propia personalidad, y por eso es muy importante la comunicación entre padres e hijos.

Pero parece que no se sabe muchas veces como “intercambiar” esa información tan necesaria para ellos. La interacción entre padres e hijos, desde edad temprana hasta que son mayores (pasando por supuesto por la adolescencia) es necesaria para una maduración adecuada y para que aprendan un comportamiento autónomo que hará posible el ejercicio de su libertad. La comunicación y la participación directa con ellos, ayudará a que aprendan valores, a que tomen actitudes adecuadas en base a lo adquirido a lo largo de su crecimiento, y para ello hay que escucharles, estar a su lado, observarles y no precipitarnos en ese intercambio, queriendo entender, teniendo paciencia, mostrando comprensión.

Es importante aprender a interpretar sus palabras, sus gestos, y aprender también la manera adecuada de llegar a ellos, sin hacer daño, sin ofender o ridiculizar. La relación entre los diferentes miembros de la familia, entre las distintas generaciones que hay en ella, es necesaria y enriquecedora, pero debe implicar un compromiso por parte de todos y siempre habrá que hacer un esfuerzo para entender a los demás.

Con todo esto, podemos llegar a la conclusión de la importancia que tiene la comunicación en la familia para su desarrollo y el de las futuras generaciones. “La comunicación familiar implica necesariamente una atención y acción intergeneracional compartida”