lunes, 12 de abril de 2010

Comunicación intergeneracional

Ante todo somos seres sociales. Necesitamos a las personas de nuestro alrededor. Pero hoy en día tenemos mucho miedo de relacionarnos con los que hay a nuestro alrededor. Parecemos tener prisa y falta de tiempo para comunicarnos con los demás. Y estas relaciones sociales, influyen en nuestros hijos. Ellos observan cómo nos comportamos, aprenden de nuestras actitudes, y quizás sin querer, les predisponemos a tomar la misma actitud.

No nos atrevemos a descubrir nuestros sentimientos. Pero esto, ya sucede en el interior de la familia. La comunicación es importante para poder llegar a los demás. Los adolescentes, que están en camino de ser adultos, tienen que aprender a caminar solos, tienen que saber andar sin las cuerdas con las que les sujetamos y tienen que aprender a tener un criterio propio. Su maduración psicológica, va a depender mucho de lo que estén observando y aprendiendo en su ambiente.

Pero no se puede pretender que ellos cumplan nuestros sueños. Hay que darles autonomía y ayudarles a adquirir confianza, sin caer en el autoritarismo. Tienen que aprender a ser adultos dentro de su libertad, pero con un juicio recto. No hay que olvidar que están creciendo, y habrá que tratarles en acorde a su edad, con los cambios que ello implica. El apego que existe entre un hijo y su madre desde el momento en que nace, es indiscutible, y marca una pauta importante en el crecimiento del niño. Desde ese momento, ya existe una comunicación cercana entre los miembros de una familia.

Muchas veces nos olvidamos de lo que todos podemos aprender de nuestros propios padres, que ahora, siendo abuelos, pueden aportarnos una experiencia enriquecedora y que pueden transmitir a las siguientes generaciones. Pero también es cierto, que no deben inmiscuirse en la educación que dan los propios padres, no deben contradecir los valores que estos creen estar aportando, sino darse ellos mismos sabiendo que pueden contribuir a la maduración y crecimiento interior de su propia familia.

Pero la adolescencia es una época de grandes cambios. Los adolescentes están muy influidos por la propia familia y por la parentalidad que ello implica. Las alianzas entre los miembros de una familia son normales siempre que estén encauzadas, a pesar de los diferentes casos que pueda haber (falta de uno de los padres, separación, ausencia de hermanos…). Hoy en día, el rol de padre ha cambiado. La gran mayoría han sido relegados de su función en la familia, el trabajo sobre todo, es el que más ha influido para que suceda esto. Decía Juan Pablo II una frase muy adecuada: “Hay muchos hijos huérfanos de padres vivos”. Con esto se refería a que hay que estar “ahí”, con ellos, no pensemos que crecen solos. Necesitan una seguridad afectiva desde el principio, y esta debe ir adaptándose a los diferentes momentos de su vida.

Los adolescentes necesitan una afectividad que es necesaria para el encuentro de su propia identidad personal. Necesitan comunicarse y recibir una serie de “datos” para poder “configurar” su “disco duro”. Hay que enseñarles a que se acepten como son, a respetarse y a que se quieran ellos mismos. El respeto y la confianza, es imprescindible para el desarrollo de su propia personalidad, y por eso es muy importante la comunicación entre padres e hijos.

Pero parece que no se sabe muchas veces como “intercambiar” esa información tan necesaria para ellos. La interacción entre padres e hijos, desde edad temprana hasta que son mayores (pasando por supuesto por la adolescencia) es necesaria para una maduración adecuada y para que aprendan un comportamiento autónomo que hará posible el ejercicio de su libertad. La comunicación y la participación directa con ellos, ayudará a que aprendan valores, a que tomen actitudes adecuadas en base a lo adquirido a lo largo de su crecimiento, y para ello hay que escucharles, estar a su lado, observarles y no precipitarnos en ese intercambio, queriendo entender, teniendo paciencia, mostrando comprensión.

Es importante aprender a interpretar sus palabras, sus gestos, y aprender también la manera adecuada de llegar a ellos, sin hacer daño, sin ofender o ridiculizar. La relación entre los diferentes miembros de la familia, entre las distintas generaciones que hay en ella, es necesaria y enriquecedora, pero debe implicar un compromiso por parte de todos y siempre habrá que hacer un esfuerzo para entender a los demás.

Con todo esto, podemos llegar a la conclusión de la importancia que tiene la comunicación en la familia para su desarrollo y el de las futuras generaciones. “La comunicación familiar implica necesariamente una atención y acción intergeneracional compartida”

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