lunes, 31 de mayo de 2010

¿Qué es un orientador Familiar?

El trabajo de un Orientador Familiar consiste en una labor de ayuda a los padres de familia para que estos sean capaces de hacer mejor lo que, en muchos casos, ya están haciendo bien: educar a sus hijos.
El Orientador Familiar no sustituye a los padres: les informa y les estimula a analizar su propia situación familiar y les ayuda a proponerse mejorarla.
Es un asesor de padres de familia en cuestiones de educación familiar. Orientar significa indicar, señalar, mostrar el camino, para llegar a un mejor conocimiento de la propia situación y actuar en consecuencia a fin de lograr una mejora personal -propia o ajena-.
El Orientador familiar entrena a los padres, les ayuda a prever la situación familiar en cuanto es posible. Por ejemplo, el tema "adolescencia" o mejor relación "padres adolescencia", no sólo interesa a los padres con hijos adolescentes sino también a padres con hijos pequeños, puesto que sus hijos llegarán a esa edad. Así, se fomenta la actitud de previsión de los padres. Sin previsión, corren el riesgo de ser ingenuos o llegar tarde.
Muchos padres acaban descubriendo que el factor integrador de la unidad familiar radica en ellos mismos: en su lucha personal por mejorar siempre, en sus relaciones conyugales.
La Orientación Familiar no es sólo una ayuda a la familia, sino también una influencia positiva en la sociedad. Las familias que más suelen acudir a la OF son las que van bien, porque saben que pueden llegar mucho más lejos y con su ritmo de mejora contagiar a otras familias.
La familia sigue siendo la unidad básica y más natural de la sociedad para mantener los valores humanos y espirituales, frente a cualquier tipo de influencias nocivas para la educación. La familia no puede ignorar el ambiente que le rodea ni puede dejar que la influencia ambiental anule su labor educativa.
No basta la intención y el deseo. Se necesita preparación en temas de familia y educación familiar.
La OF potencia las posibilidades de la familia como entidad educadora, mediante la mejora personal de cada uno de sus miembros. Se dirige principalmente a los padres pero no se limita a ellos.
Es un servicio que está siendo reclamado desde todas partes dada la confusión doctrinal y moral de nuestro tiempo. Se puede decir que "no es el orientador familiar el que elige la profesión, sino que se encuentra elegido".
El orientador familiar tiene que tener una preparación adecuada. Hay que conocer bien la familia y su funcionamiento.
No hay fórmulas mágicas. El OF no receta: guia, muestra el camino y ayuda a caminar.

lunes, 12 de abril de 2010

Conciliación de la vida personal, laboral y Familiar

Dentro de la Política Familiar. El aspecto laboral constituye una parte fundamental para conseguir un adecuado desarrollo en la vida familiar, por lo que representa el trabajo remunerado como principal base de sostenimiento a las familias.

Con la masiva incorporación de la mujer al mundo laboral, la reestructuración de la vida social ha motivado que se planteen nuevas situaciones para poder conseguir la correcta conciliación de la vida laboral y familiar, “ya sea en servicios externos de apoyo destinados a las familias (como guarderías infantiles, cuidados a domicilio, etc.), ya sea en reducciones de la jornada laboral que permitan a los propios interesados disponer de más tiempo con el fin de prodigar ellos mismos las atenciones o cuidados que requieren algunos de sus familiares dependientes”.

Pero donde más se nota la necesidad de esta conciliación laboral-familiar es en el cuidado de los hijos y a los servicios para atender a los niños menores de tres años durante la jornada laboral. Algunos autores se refieren a ello como “tratar de conseguir la mejor integración entre la esfera productiva y la reproductiva”.
Todas estas medidas tienen por objetivo el lograr una mayor flexibilidad dentro del mercado laboral, en la organización de los tiempos de trabajo para que hombres y mujeres puedan hacer frente a sus responsabilidades familiares, en las mejores condiciones posibles.

Dentro del mercado laboral, la mayoría de estas medidas de conciliación, se expresan en forma de tiempo, como son los “permisos y excelencias laborales, medidas mixtas de política laboral y familiar, que están directamente relacionadas con la natalidad ya que su objetivo es atender el nacimiento y crianza de los hijos”.

Las medidas más comunes son: los permisos de maternidad (tiempo al que tiene derecho la mujer para atender al hijo recién nacido, además del derecho que tiene a recuperar la salud para estar en condiciones de volver al trabajo), las licencias de paternidad (tiempo al que tiene derecho el varón por el nacimiento de su hijo), las licencias por razones familiares (tiempo que puede solicitar el progenitor para atender a un familiar enfermo) y los permisos o excedencias parentales (excedencias laborales solicitadas por ambos padres para el cuidado de los hijos en edad preescolar). Este reconocimiento social de la paternidad y maternidad, constituyen uno de los fundamentos de la política familiar. Es imprescindible la implantación de medidas que la favorezcan, y que afectan principalmente a las mujeres.


Con independencia de la situación laboral de la mujer, la asignación tradicional de roles de género ha permanecido. Esto ha dado lugar a la asunción de una doble jornada por parte de la mujer. Con el fin de paliar esta situación es necesario un reparto más equitativo de responsabilidades entre mujeres y hombres. A pesar de todo ello, los hombres no han aumentado su cuota de responsabilidad en la esfera personal y las mujeres siguen soportando esa doble carga.

Desde la empresa se percibe el conflicto como algo ajeno y como una amenaza potencial al rendimiento. Facilitar la conciliación se considera un coste que la empresa no está dispuesta a asumir.

Algunas empresas europeas están cambiando la tendencia y han empezado a aplicar medidas que favorecen una mejor conciliación entre trabajo y vida personal. El éxito de estos programas radica en su universalización, su aplicación tanto a trabajadoras como a trabajadores, ya que su finalidad es promover la igualdad de género. Si estas medidas se destinan sólo a las mujeres, perpetuarán los problemas y las empresas seguirán percibiendo que contratar a una mujer es más costoso.

La conciliación de la vida personal, familiar y laboral responde a la necesidad de resolver este conflicto que afecta a las personas, a las empresas, a la familia y a todo el entorno social. Una actitud sensible de las organizaciones hacia este problema supone el desarrollo de una nueva cultura de organización

La conciliación es un conjunto de acciones sociales, institucionales y empresariales cuyo objetivo es el desarrollo de una sociedad más igualitaria y justa. Es un modo de organizar el entorno laboral que facilita a hombres y mujeres la realización del trabajo y de sus responsabilidades personales y familiares. Conciliar no supone trabajar menos, sino de forma distinta.

Los poderes públicos han tenido un papel prioritario en la potenciación de la igualdad entre hombres y mujeres, impulsando políticas de fomento del empleo y promulgando leyes que establecen medidas de conciliación. Pero en numerosas ocasiones estas políticas han perdido su carácter universal convirtiéndose en políticas para la mujer, diluyéndose el efecto impulsor de la igualdad.

La Ley 39/99 de medidas de conciliación de la vida familiar y laboral de las personas trabajadoras ha supuesto un importante avance, pero tiene muchas lagunas que impiden una efectiva conciliación y la asunción de responsabilidades familiares por parte de los hombres.

Un aspecto muy importante para cambiar esta tendencia es el de la sensibilización y educación de la igualdad, el reparto de responsabilidades y la conciliación desde el entorno escolar para cambiar las actitudes y paradigmas de las nuevas generaciones.

La conciliación es necesaria porque el número de madres que trabajan ha aumentado, y porque los padres tienen el derecho y la responsabilidad de la atención de sus hijos e hijas, ya que es necesario encontrar soluciones que permitan a mujeres y hombres repartir y compartir las obligaciones y aspectos de la vida familiar.

El vínculo con la familia reside no en el número de horas que se pase con ella, sino en la calidad y en la presencia total cuando se está con ella.

La Justicia y el comportamiento moral

Algunos textos bíblicos ya hablan de la justicia como virtud especial. Las virtudes son sus empeños, pues ella enseña la templanza y la prudencia, la justicia y la fortaleza: lo más provechoso para el hombre en la vida.

En la Biblia, Dios es el Justo por excelencia: establece una Alianza salvífica con su pueblo a la cual es fiel (Gn 24, 27; Jos 23, 14; 2 S 2, 6). Esta justicia se manifiesta en castigar a personas o naciones impías y en socorrer al oprimido. Frente a las caídas e infidelidades del pueblo elegido, comienza a desarrollarse un concepto más profundo de la justicia de Dios como fidelidad unilateral a la Alianza, que lleva a manifestar la misericordia divina con los pecadores. Por eso, la justicia entre los hombres no puede limitarse a una relación de estricta igualdad, debe estar siempre acompañada de la misericordia.

La justicia divina comienza a considerarse en un terreno más espiritual y escatológico y se pone en relación con la paz. Aunque Dios es el justo por antonomasia, el hombre es justo cuando vive según las exigencias de la alianza.
En el Antiguo Testamento, se habla de lo que llamamos la justicia social: igual que Dios libra al pueblo de la esclavitud de Egipto, los israelitas no deben imponer la opresión al prójimo. Hay muchas denuncias proféticas de las injusticias: homicidio por la lujuria y codicia, desgobierno de la autoridad, injusticias en los tribunales, opresión a los pobres, etc… Yahvé cuida a los pobres y a los oprimidos que están a merced de los prepotentes y no consiguen obtener justicia. El Señor toma la defensa de los débiles. Por eso, son los pobres y los humildes de corazón los que ponen la confianza en Dios (Sal 40, 18; Pr 21, 5), así, el concepto de pobre se aproxima al significado de justo.

Ya lo vemos en el nuevo testamento: Dios ensalza a los humildes, colma de bienes a los hambrientos; en cambio dispersa a los soberbios y deja con las manos vacías a los ricos.. El Señor propone una “justicia superior”: al mal no se debe responder con el mal, sino con un comportamiento afectuoso y una total adhesión al bien. Se trata de poner un amor sin reservas en la base de la justicia.

El amor a Dios y al prójimo en su más completo radicalismo, hasta amar a los enemigos, se hace posible gracias a la plena donación de Cristo. Es un amor que por deber de justicia, debe comenzar con los más pobres y necesitados: es la caridad de Cristo que se hace solidario con toda la miseria e indigencia humana. El amor cristiano es una actitud interior; por eso es más importante formar el corazón de las personas que crear estructuras jurídicas y sociales

La virtud de la Justicia se puede definir como la voluntad constante y firme de dar al otro aquello que le es debido (CEC 1807). Sus elementos clásicos son:

a) La Igualdad: no se regula por “quien” sino por “qué” y “cómo” se intercambian los bienes.
b) Lo debido: significa que la justicia obliga según un estricto deber jurídico que casi siempre puede reclamarse con un título legal. La justicia no “obliga más” que las otras virtudes.
c) La alteridad: quiere decir que se trata de dos partes diversas; se distinguen porque una posee un derecho que la otra debe respetar. Por ser virtud, la justicia radica en la interioridad del ser humano, y su destino es una persona o un grupo de personas. Un exceso de objetividad podría transformar la justicia en injusticia.

La justicia es por naturaleza una virtud social. Se identifica con la justicia general subrayando el aspecto del bien social, que redunda en el bien de la persona, sobre todo de los más necesitados.

La justicia social, ha asumido gran importancia en nuestra época. Es un deber de los individuos y de toda la sociedad en su conjunto. La justicia no puede limitarse a las relaciones individuales. Es una virtud moral que se refiere a los medios para alcanzar el fin último. La Iglesia enseña que no hay distancia entre el amor al prójimo y la voluntad de justicia. Si se oponen, se desnaturalizan ambos a la vez. Una justicia cerrada en sí misma desemboca en el egoísmo y en el individualismo, y lleva consigo el riesgo de las mayores injusticias.

La justicia es una tarea moral permanente que empieza por uno mismo y alcanza ciertas estructuras (leyes, instituciones, etc.). Hay que hacer lo que está al alcance, que siempre empieza por uno mismo y repercute en los demás.

Los Abuelos como educadores

Las necesidades de la vida moderna, ha hecho que hayan desaparecido, sobre todo en las grandes ciudades, las tradicionales familias extensas, en las que los abuelos desempeñan una importante función. Hoy, sólo los padres y los hijos están en el hogar. Cuando los abuelos viven en la misma ciudad, se debe cultivar su relación y trato con asiduidad para evitar que desaparezca por la permanente falta de tiempo para todo. Pero la vida familiar se queda sin algo cuando no se cuenta con los abuelos. Su presencia, nos hace tomar conciencia de nuestras raíces.

Muchos de los abuelos que participan en la vida de sus hijos y nietos, son distintos de los abuelos de antes. Se mantienen en forma, y al estar jubilados y ya sin la responsabilidad de sus hijos en casa, disponen de todo el tiempo del mundo y necesitan recibir y dar afecto. Estos abuelos “activos”, deben ser capaces de interesarse por lo que sucede y por los proyectos de vida de los hijos, los cuales, hoy en día, la mayoría están trabajando ambos cónyuges y no siempre tienen el tiempo que quisieran para dedicar a la familia y a los hijos. Este es uno de los problemas que también hay hoy en día. Han cambiado los parámetros de valoración, se tienen menos hijos porque no es conveniente o como dicen algunos “cuestan mucho dinero”, cuando en realidad se busca un mayor “bienestar”.

Todos los estudios realizados hasta ahora, nos indican que las relaciones entre abuelos y nietos se perciben como muy satisfactoria por ambos miembros. La experiencia de los abuelos, fascina al niño, ayudándole a relacionar pasado y presente, dándole seguridad y equilibrio. Cuando son pequeños, idealizan a los abuelos, y según van creciendo, se establece una relación más igualitaria. Con lo cual, los abuelos pasan a tener un papel complementario en la educación.

Pero para que los abuelos sepan ayudar dentro del ámbito familiar, es necesaria una condición: prestar su ayuda sólo y cuando es preciso, y cuando se le pide. La cuestión está en cómo encarar las dificultades que se producen en la relación familiar, cuando superprotejen al niño para ganarse su afecto, convirtiéndole en un ser débil y caprichoso, evitándole problemas y dificultades. O también, cuando se presentan como buenos y comprensivos, adquiriendo así los padres el papel de malos.
Cuando los abuelos además, tienen que compartir la casa con los hijos, la convivencia puede resultar aún más difícil. En este caso, los abuelos han de esforzarse en pensar más en los demás, en eliminar su protagonismo, silenciando sus arranques de autoridad, porque ya están los jefes de familia – los padres- para ejercerla, tratando de servir al máximo y de que se note lo mínimo. No deben criticar la conducta de los padres ni tratar de dirigir a los nietos, no deben pretender ser indispensables. No deben hacerse los mártires para llamar la atención, ni desautorizar a los padres en las decisiones o castigos que tengan que tomar en relación a sus hijos.

Los abuelos no deben interferir en el esfuerzo educativo de los padres, el que estos sean los encargados de educar, no les excluye, sino que deben respaldar las normas que los padres mantienen en su labor educativa, sin necesidad de renunciar a su propio estilo. Acompañar y estar, requiere un gran cuidado.

La familia, es “una comunidad de amor y solidaridad”, y los miembros de la familia, están implicados en proporcionar apoyo mutuo. Y esto también implica a los hijos y nietos, respecto a los padres y abuelos. Cuando hay una incapacidad, mala salud o simplemente, tristeza, hay que dar el apoyo que sólo la familia puede dar. Las relaciones intergeneracionales, suelen ser la fuente más frecuente de apoyo social para los adultos según se aproximan a edades avanzadas. A pesar de vivir rodeados de familiares, podemos sentirnos solos, deprimidos, lo que influye también en el ambiente familiar.

Tiene que haber un feed-back, es decir, al igual que se recibe, hay que dar. El enriquecimiento puede ser inmenso. El amor, es el lazo familiar que une a los miembros de una familia. Si la familia fuera un invento social como algunos dicen, se reduciría a un conjunto de acciones realizadas por un conjunto de seres humanos, pero hay algo más en ella de lo que imagina esa visión exclusivamente social.
Abuelos, padres y nietos, pertenecen a épocas históricas diferentes. Tres generaciones que deben aprender a vivir y a relacionarse. Los hijos, chocan más con los padres que con los abuelos. En cualquier caso, a pesar del caudal de experiencia de que disponen los abuelos, aprendemos más de nuestra propia experiencia, y para que puedan ayudar en el ámbito familiar, como hemos dicho al principio, deberán prestar su ayuda sólo y cuando es preciso y cuando la ayuda es requerida, y hacerlo…con todo el amor.

Comunicación intergeneracional

Ante todo somos seres sociales. Necesitamos a las personas de nuestro alrededor. Pero hoy en día tenemos mucho miedo de relacionarnos con los que hay a nuestro alrededor. Parecemos tener prisa y falta de tiempo para comunicarnos con los demás. Y estas relaciones sociales, influyen en nuestros hijos. Ellos observan cómo nos comportamos, aprenden de nuestras actitudes, y quizás sin querer, les predisponemos a tomar la misma actitud.

No nos atrevemos a descubrir nuestros sentimientos. Pero esto, ya sucede en el interior de la familia. La comunicación es importante para poder llegar a los demás. Los adolescentes, que están en camino de ser adultos, tienen que aprender a caminar solos, tienen que saber andar sin las cuerdas con las que les sujetamos y tienen que aprender a tener un criterio propio. Su maduración psicológica, va a depender mucho de lo que estén observando y aprendiendo en su ambiente.

Pero no se puede pretender que ellos cumplan nuestros sueños. Hay que darles autonomía y ayudarles a adquirir confianza, sin caer en el autoritarismo. Tienen que aprender a ser adultos dentro de su libertad, pero con un juicio recto. No hay que olvidar que están creciendo, y habrá que tratarles en acorde a su edad, con los cambios que ello implica. El apego que existe entre un hijo y su madre desde el momento en que nace, es indiscutible, y marca una pauta importante en el crecimiento del niño. Desde ese momento, ya existe una comunicación cercana entre los miembros de una familia.

Muchas veces nos olvidamos de lo que todos podemos aprender de nuestros propios padres, que ahora, siendo abuelos, pueden aportarnos una experiencia enriquecedora y que pueden transmitir a las siguientes generaciones. Pero también es cierto, que no deben inmiscuirse en la educación que dan los propios padres, no deben contradecir los valores que estos creen estar aportando, sino darse ellos mismos sabiendo que pueden contribuir a la maduración y crecimiento interior de su propia familia.

Pero la adolescencia es una época de grandes cambios. Los adolescentes están muy influidos por la propia familia y por la parentalidad que ello implica. Las alianzas entre los miembros de una familia son normales siempre que estén encauzadas, a pesar de los diferentes casos que pueda haber (falta de uno de los padres, separación, ausencia de hermanos…). Hoy en día, el rol de padre ha cambiado. La gran mayoría han sido relegados de su función en la familia, el trabajo sobre todo, es el que más ha influido para que suceda esto. Decía Juan Pablo II una frase muy adecuada: “Hay muchos hijos huérfanos de padres vivos”. Con esto se refería a que hay que estar “ahí”, con ellos, no pensemos que crecen solos. Necesitan una seguridad afectiva desde el principio, y esta debe ir adaptándose a los diferentes momentos de su vida.

Los adolescentes necesitan una afectividad que es necesaria para el encuentro de su propia identidad personal. Necesitan comunicarse y recibir una serie de “datos” para poder “configurar” su “disco duro”. Hay que enseñarles a que se acepten como son, a respetarse y a que se quieran ellos mismos. El respeto y la confianza, es imprescindible para el desarrollo de su propia personalidad, y por eso es muy importante la comunicación entre padres e hijos.

Pero parece que no se sabe muchas veces como “intercambiar” esa información tan necesaria para ellos. La interacción entre padres e hijos, desde edad temprana hasta que son mayores (pasando por supuesto por la adolescencia) es necesaria para una maduración adecuada y para que aprendan un comportamiento autónomo que hará posible el ejercicio de su libertad. La comunicación y la participación directa con ellos, ayudará a que aprendan valores, a que tomen actitudes adecuadas en base a lo adquirido a lo largo de su crecimiento, y para ello hay que escucharles, estar a su lado, observarles y no precipitarnos en ese intercambio, queriendo entender, teniendo paciencia, mostrando comprensión.

Es importante aprender a interpretar sus palabras, sus gestos, y aprender también la manera adecuada de llegar a ellos, sin hacer daño, sin ofender o ridiculizar. La relación entre los diferentes miembros de la familia, entre las distintas generaciones que hay en ella, es necesaria y enriquecedora, pero debe implicar un compromiso por parte de todos y siempre habrá que hacer un esfuerzo para entender a los demás.

Con todo esto, podemos llegar a la conclusión de la importancia que tiene la comunicación en la familia para su desarrollo y el de las futuras generaciones. “La comunicación familiar implica necesariamente una atención y acción intergeneracional compartida”

domingo, 11 de abril de 2010

La familia light

Una de las tareas más grandes de la familia es la de formar personas libres y responsables. Por eso, los padres han de devolver la libertad a sus hijos, de la cual durante algún tiempo son tutores. Cuando la familia no se cierra en sí misma, los hijos van a prendiendo que toda persona es digna de ser amada, y que hay una fraternidad fundamental universal entre todos los seres humanos. La familia es la principal escuela de los hijos.

Hoy en día, escuchamos a menudo la frase: “La familia está en crisis”, pero no estamos simplemente ante una crisis de la familia y de su papel educativo tradicional, sino que se está labrando un ataque a la familia, una estrategia bien organizada para “liquidarla”. Los programas televisivos y las representaciones del amor en los medios de comunicación, entran a formar parte de este ataque discreto, sutil, constante y martilleante. En las series o debates de la pequeña pantalla se denigra la figura de la familia natural tradicional, relegada y ridiculizada como represiva y enemiga para poder dar rienda suelta a los propios deseos. Se presenta de manera neutra, considerando como normal, cualquier tipo de comportamiento o tendencia, aunque sea de lo más absurdo y estúpido. Se sugiere y se favorece a escondidas o abiertamente, el amor sin compromiso alguno y sin proyectos que pongan en juego el futuro.

“La familia es el núcleo donde cada persona se humaniza, se hace íntegramente persona en todas sus facetas”. Por eso, tiene tanta importancia la educación familiar, o mejor dicho, la educación en y desde la familia.
“La educación es la acción recíproca de ayuda al perfeccionamiento humano, ordenado intencionalmente a la razón y dirigido desde ella, en cuanto que promueve la formación de hábitos éticamente buenos”.

Pero ¿qué le está sucediendo hoy en día a la familia? A nuestro alrededor escuchamos continuamente frases como: “llevamos dos años juntos y no necesitamos casarnos”, “Cómo voy a tener más hijos? ¡cuestan mucho dinero!”; “mi hija vive con su novio en Madrid pero no están casados, ¿para qué? Están muy bien así, el es un chico estupendo”. Y sin embargo, con estas expresiones, tratamos de justificar nuestra infelicidad ante estos hechos. No se da valor al compromiso, al matrimonio, a la fidelidad, al amor. Se compara al amor y a la pareja con un bien al que tengo derecho y que escojo o del que me despojo cuando me he cansado y en el horizonte aparece un nuevo “producto” que promete gratificarme más. ¿Qué prefiero no casarme y no tener un compromiso indefinido?; ¿Soy feliz pensando en la situación de mi hija?; ¿sólo quiero tener uno o dos hijos como mucho?”. Es imposible que si uno responde afirmativamente a estas preguntas, se sienta feliz. Claro, es mucho más fácil aparentar que uno está de acuerdo, es mucho más fácil querer parecer moderno, porque eso es lo que hace ahora todo el mundo. Pero quizás deberíamos preguntarnos, qué es lo que estamos transmitiendo, cuanto amor estamos dando.

“Pasamos de un estilo autoritario y represivo, aun estilo permisivo, sin límites, sin normas, sin exigencias, o contradictorio y negligente, sin coherencia, y no vemos que hay un estilo intermedio, un estilo integrativo y democrático, en el que es posible mantener un esquema de dimensiones básicas, en el que principalmente actúa el amor, ingrediente principal para la acción educativa, imprescindible como norma para guiar con grandes valores, en este arduo camino de la vida”.

Todos los días, en la puerta del colegio de mis hijos o en el jardín de mi casa, veo muchos padres que o son autoritarios o son totalmente permisivos.

Los primeros, exigen buenas notas en el colegio, imponiendo castigos si no es así. No les preocupa cómo crecen sus hijos como personas. Recientemente, escuché una conversación en un restaurante, en el que un matrimonio estaba en la mesa de al lado con su única hija. El padre insistía en que tenía que ser la mejor en la clase, que tenía que mejorar las notas, le decía que sólo los mejores triunfan y son alguien. Me giré con disimulo para ver a los protagonistas de la conversación, y mi asombro fue grande cuando vi a una niña que tendría como mucho 9 años, pero lo que más me impresionó, fue su mirada triste, aceptando con un gesto con la cabeza, lo que decía su padre. También he visto, en el parque, madres que se empeñan en que el niño no se mueva de su lado, que no corretee, que no se manche, y yo pienso: “entonces, ¿para qué bajas al parque? Pero como el niño se manche con el zumo de la merienda o con las galletas de chocolate, se horrorizan y se llevan un disgusto tremendo.

Pero los permisivos, se llevan la nota más alta. Desde que nacen, dejan que el niño “les maneje”. Con dos años, si no consigue lo que quiere, llora y patalea hasta desesperar a los padres, con lo cual, nerviosos por no saber qué hacer o avergonzados por el mal comportamiento del niño, acaban cediendo a sus deseos, permitiéndole salirse con la suya, y de esta manera, dándole al niño una fórmula para conseguir lo que quiere, la cual, lógicamente utilizará cada vez que quiera obtener algo. Recientemente, en una reunión de vecinos me encontré discutiendo de este tema. En el jardín, junto a los padres (y digo padres porque no sólo hay madres, también hay bastantes padres todas las tardes) niños de 2 a 8 años campan a sus anchas, mientras los padres, sentaditos en el banco y sin mirar siquiera a los niños se dedican a hablar con sus vecinos de las eventualidades del día, mientras los angelitos se dedican a pisar las plantas, tirar piedras a la piscina, llenar de arena los desagües, zarandear los árboles recién plantados y todo lo que se les pase por la imaginación, porque claro, “como no me miran”….Al quejarse algunos vecinos de esta actitud, y comentar que había que enseñar a los niños que están haciendo algo mal y que “eso no se hace” (lo cual, lógicamente, hay que repetir una y otra vez indefinidamente), uno de esos padres respondió (textualmente). “bueno, eso es otra forma de educar”.

¿Es educar permitirles hacer lo que quieran? ¿Es educar que actúen a su antojo aunque perjudiquen a los demás? Luego, van creciendo y la frase más oída es: -“es que me ha salido de una manera…”- Todavía no comprenden que los hijos no tocan en una lotería, no “salen de ninguna manera”. Hay que “hacerlos”. Hay que educarlos, hay que ayudarles a crecer, hay que sembrar en ellos lo que queremos recoger. Claro que la siembra, no garantiza siempre una buena siega, pero yo estoy segura, de que siempre, algo queda, y ese algo es lo que le va a ayudar a seguir creciendo.

Llega la adolescencia, y tenemos hasta la más última de las tecnologías en casa. El adolescente, tiene teléfono móvil, tiene ordenador, acceso indiscriminado a Internet (porque claro, lo tienen los demás), van vestidos con las últimas marcas (aunque sean carísimas), fuman pensando que son mayores (y a sus padres ni se les pasa por la cabeza que lo hacen) y los fines de semana salen de botellón (¡mi hijo no!) porque está de moda, volviendo muchas veces en condiciones lamentables y que los padres parecen no ver. Detrás de estas actitudes, se evidencian un relajamiento en la responsabilidad educacional de los padres, que se olvidan que ligado al alcohol hay un ambiente de distensión que puede convertirse en una excesiva situación de riesgo si se une a otra serie de actividades y sustancias.

Se junta la permisividad con lo light. Es decir, el adolescente llega a casa y puede comer lo que quiera, porque “pobrecito, al menos que meriende algo”, y claro, mientras merienda, escoge donde ver la televisión (para descansar un poco de la ardua tarea de haber ido al colegio). No hay un orden ni un horario de lo que debe de hacer, y si se sienta simulando estudiar mientras mira una de esas revistas para jóvenes (porque nadie entra a ver si realmente estudia) o escuchando música (porque le relaja, cuando es incompatible con el estudio) se pasa la tarde y cuando vienen los suspensos entonces pensamos. -“con lo que estudia y que mala suerte, si es que el profe le tiene manía”.-

Y no hablemos del amor, porque es una cursilería. Si una chica se niega a hacer top-les, es una estrecha (no es que tenga pudor); si se niega a llevar una super mini falda ó un bikini en vez de un bañador, es que no es moderna y no se entera de las últimas tendencias; si a los 15 no sales con algún chico, es que eres rara; si vas a misa, vaya rollo, y si sacas buenas notas, que empollón/a. Con lo cual, la mayoría de las veces, ir contra corriente (es decir, ser normal), es arduo y difícil.

No podemos olvidarnos, de esos padres negligentes, que dicen una cosa y hacen otra. Por ejemplo, llevan a sus hijos a un colegio católico, porque quieren una buena educación. Piensan que en un colegio religioso les van a dar lo que ellos no son capaces de dar. Quieren educarles en valores y piensan que lo que les van a dar en el colegio, es suficiente. Saben que (lógicamente) se enseña religión, pero no se habla de Dios en casa, no rezan y no van a misa los domingos; eso sí, que no se les ocurra suspender la asignatura de religión y que hagan la comunión o la confirmación como todos sus amigos. Otro ejemplo, es cuando han traído malas notas y tratan de imponer un castigo, que al segundo día se ha olvidado. No hay normas ni colaboración en el hogar. Les dejan hacer lo que quieren y cuando se dan cuenta, tratan de exigir algo que ni siquiera les han explicado cómo deben hacer. Las consecuencias de este estilo educativo son importantes. Cuando crecen, buscan el apoyo en los amigos, porque se dan cuenta de que sus padres no son coherentes. No acuden a ellos en busca de apoyo, y muchas veces van a la deriva, esperando encontrar un barco que les recoja.

¿Qué está pasando en esta sociedad que absolutamente todo nos parece bien? Con la igualdad de la mujer, muchas han olvidado algunas prioridades. Pero también los hombres las han dejado a un lado. El trabajo nos obliga a permanecer muchas horas fuera de casa. Llegamos cansados y sin ganas de dedicar tiempo a nuestros hijos, y a ver quién es el que riñe al niño o habla con él para ver qué le pasa.

Todo el mundo aspira a tener “una buena familia”, pero a veces cuesta dar energía a nuestra propia vida familiar con buenos momentos compartidos. Para la educación familiar, “estar juntos” es fundamental. Educar en familia, es vivir como padres cerca de los hijos. Los padres se han vuelto laxistas, y el laxismo se traduce en “haz lo que quieras, hijo: ya te educará la vida”. Y los hijos crecen con muchas opciones para elegir y pocos criterios de unos padres cansados que no les han enseñado (porque no saben o no han podido) a vivir en familia.

Entre todas estas situaciones, nos hemos olvidado de algo muy importante: de Dios. En la cultura actual se exalta muy a menudo la libertad del individuo concebido como sujeto autónomo, como si se hiciera él sólo y se bastara así mismo, al margen de su relación con los demás y ajeno ante su responsabilidad ante ellos. La verdadera libertad del ser humano proviene de haber sido creado a imagen y semejanza de Dios.

Por ello, la educación cristiana es educación de la libertad y para la libertad. El lenguaje de la fe se aprende en los hogares. Y no podemos pretender que aprendan fuera de casa algo que no somos capaces de transmitir y de apoyar.

Se persigue la religión. Ser católico es ser raro. Lo normal es estar divorciado, ser madre soltera o ser homosexual. El aborto, la fecundación in vitro, las operaciones de sexo, utilizar planificación familiar artificial…..está a la orden del día Nos quieren hacer creer que Dios no tiene nada que ver en la creación, que no pinta nada en nuestras vidas, que podemos vivir sin él, que no es importante para nosotros.

La familia es donde los hijos aprenden las pautas educativas y donde se forja su personalidad. Recientemente, leí un libro de un famoso Juez de Menores, Emilio Calatayud, en el que, al final, daba un “Decálogo para formara un delincuente”, en el que dice lo siguiente:

1.- Comience desde la infancia dando a su hijo todo lo que pida. Así crecerá convencido de que el mundo entero le pertenece.
2.-No se preocupe por su educación ética o espiritual. Espere a que alcance la mayoría de edad para que pueda decidir libremente.
3.- Cuando diga palabrotas, ríaselas. Esto le animará a hacer más cosas graciosas.
4.- No le regañe nunca ni le diga que está mal algo de lo que hace. Podría crearle complejos de culpabilidad.
5.- Recoja todo lo que él deja tirado: libros, zapatos, ropa, juguetes… Así se acostumbrará a cargar la responsabilidad sobre los demás.
6.- Déjele leer todo lo que caiga en sus manos. Cuide de que sus platos, cubiertos y vasos estén esterilizados, pero no de que su mente se llene de basura.
7.- Riña a menudo con su cónyuge en presencia del niño, así a él no le dolerá demasiado el día en que la familia, quizás por su propia conducta, quede destrozada para siempre.
8.- Dele todo el dinero que quiera gastar, no vaya a sospechar que para disponer del mismo es necesario trabajar.
9.- Satisfaga todos sus deseos, apetitos, comodidades y placeres. El sacrificio y la austeridad podrían producirle frustraciones.
10.- Póngase de su parte en cualquier conflicto que tenga con sus profesores, vecinos, etc. Piense que todos ellos tienen prejuicios contra su hijo y que de verdad quieren fastidiarle.

Después de leer estos 10 puntos, creo que están bastante claras las pautas educativas que a todos nos gustaría seguir. “Para poder hablar de un buen modelo parental enmarcado en un estilo educativo positivo se debe tener en cuenta qué se transmite y cómo se transmite en la familia”.

Pero claro, a esto también contribuye el Estado. En estos momentos, por ejemplo, aquí en España, nos imponen en los colegios una asignatura que atenta contra la libertad de educación. “Educación para la ciudadanía”, así la llaman a una asignatura que quieren poner como obligatoria para adoctrinar y dar a nuestros hijos, la “información” que ellos consideren adecuada, de la manera que a ellos les parezca. No puedes elegir el colegio que tú deseas, violando el derecho de los padres a elegir la educación de sus hijos; permiten que los estudiantes pasen el curso con un montón de asignaturas pendientes, se puede repetir varias veces de curso, y en cuanto al botellón, dicen que está prohibido pero dan licencias sin control a tiendas de chuches, en las que se realizan venta de alcohol y tabaco a menores.

¿Tenemos todos los padres claro cuáles son las obligaciones y derechos que como padres nos competen? “El artículo 154 del Código Civil habla de las facultades de los padres, de la patria potestad, del deber de corregir moderadamente a los hijos….. Pero también existe el artículo 155, donde se nos dice que los hijos deben obedecer y respetar a sus padres siempre que permanezcan con ellos”.

Pero no podemos limitar nuestra responsabilidad como padres a esos artículos del Código Civil. Hay que ir mucho más allá si queremos formar hijos libres y responsables, dándoles nuestro tiempo, escuchándoles, respondiéndoles con criterio y desde la razón; fomentando la seguridad y la autonomía, sin sobreprotegerlos, enseñándoles lo que pueden hacer y lo que no deben hacer, con coherencia, marcándoles una pauta; exigiendo unas metas y dándoles aliento. Pero sobre todo, estando ahí, a su lado.

“El futuro de la humanidad pasa por la familia”. Si se destruye la familia, se reducirá el ámbito de cultura en el que el hombre puede encontrarse así mismo y crecer en su auténtica humanidad, en su capacidad de aprender a amar hasta el don de sí. La tarea que tenemos delante es la que nos indicaba Juan Pablo II: “enseñar a amar”.

Tres retos educativos en las TIC

Hoy en día, se habla mucho sobre la necesidad de aprender a utilizar las TIC´s. En realidad, es necesario hacerlo. En el colegio, en la universidad, en el trabajo…, en todas partes tenemos las tecnologías más actuales y modernas, que en el momento que hemos pulsado una tecla o un botón, ya se han quedado obsoletas. Hasta ahora, una parte se ha resistido a ellas con la convicción de que no eran tan necesarias, pero el día a día nos marca la imposibilidad de vivir sin ellas.

Los padres, en su mayoría, ya utilizamos también estas herramientas por necesidad en el trabajo, pero quizás se desconocen muchas de las posibilidades que ofrecen, que nos da mucho miedo porque al no saber utilizarlas pensamos que no son buenas. Pero también les tenemos terror. Lógicamente, estos medios tienen una serie de “peligros, que al desconocer su uso, nos parecen aún mayores para nuestros hijos.
Nos han invadido los videojuegos, los teléfonos móviles, internet…, todas estas tecnologías se nos escapan a nuestro conocimiento. “Los padres necesitamos controlar las actividades de nuestros hijos para conocerlas y poder corregirlas si fuera menester”. Nuestros hijos, todavía no están lo suficientemente formados, se “están haciendo”, todavía no tienen el criterio necesario para utilizar libremente todos estos medios, y nosotros debemos guiarles para que aprendan los peligros que hay, al igual que las ventajas con las que se pueden encontrar.

Todo esto, nos debe de servir como medio educativo. Está claro que nos hallamos en una etapa audiovisual con muchísimas posibilidades, en la que nuestros hijos están al día y nosotros deberíamos estarlo también, para guiarlos, para dirigirlos, para ayudarles a aprender a tener criterio y a saber elegir y decidir qué posibilidades pueden encontrar y cuáles son las más convenientes para ellos.
Pero en este camino que tan bonito nos puede parecer, hay muchas dificultades que se nos presentan y que hasta ahora, no habíamos percibido pensando en que estas nuevas tecnologías eran tan necesarias y que no pasaba nada (al contrario) por disponer de ellas. Sin embargo, no hay que tener miedo a esos peligros, sino que hay que afrontarlos como un reto más en nuestras vidas. No se trata de que “no les llegue la información”. Por más que queramos mantenerlos alejados, antes o después se van a encontrar cara a cara con ellos, y más vale que los encuentren a nuestro lado, que no con otra persona o por su cuenta. “Tal vez sea más interesante mostrarles que tienen su libertad al alcance de un dedo y enseñarles cómo deben usarlo”.

¿Cómo afrontar esto como un reto? Quizás planteándonos, que, a su vez, este reto nuestro de “educar”, trae consigo otros retos, que en este campo nos pueden ayudar. En este escenario, ¿Cuáles serían los retos educativos más importantes en este nuevo escenario? ¿Cómo nos pueden servir estos medios para ayudar a nuestros hijos a formarse?

“Esta es una gran oportunidad para una educación personalizada que debe ser única para cada hijo”. Acceder a estos medios, suele ser individual. ¿Qué mejor ocasión que ponernos a su lado y “aprender”? al mismo tiempo que nos enseñan como manejan ellos esos medios, tenemos la oportunidad de educar, de ayudarles a tomar criterio de lo que están utilizando, de qué manera lo hacen. Cada hijo es distinto, y al igual que hay que enseñarles muchas otras cosas a cada uno de manera diferente, con las nuevas tecnologías pasa igual. Deben aprender a manejar estos medios que están a su alcance de manera responsable, y ¿qué mejor ocasión que sentarnos al lado de ellos y mostrarles como pueden sacar provecho?

Al mismo tiempo, estamos compartiendo más tiempo con ellos. Esa es una palabra clave muy importante: “Compartir”. Cualquier experiencia con ellos, significa algo bueno. Pero esta debe enriquecer: se pasa tiempo juntos, se intercambian conocimientos y criterios… A la vez que estamos abriéndonos a las nuevas tecnologías, estas nos están sirviendo para entrar en un nuevo mundo, y no sólo me refiero a que se aprenda el uso de estos medios, sino también a las infinitas posibilidades de conocimiento y de intercambio de experiencias con nuestros hijos. Qué oportunidad tan maravillosa poder estar a su lado, compartiendo sus ideas, sus opiniones, acercándonos a ellos y dándoles la oportunidad de abrirse a nosotros. ”Es una buena herramienta para conocer y compartir intereses con nuestros hijos, para mejorar sus problemas y afanes”.

Y la última parte importante a tratar, serían los “fines didácticos”. Es decir, además de que puedan aprender junto a nosotros manteniendo un feed-back con ellos, es necesario que estás tecnologías (al menos algunas de ellas) puedan estar a su disposición en los centros educativos, y no sólo en las materias personalizadas de cada profesor, sino en los diferentes ámbitos.

Tienen en sus manos una herramienta de información importantísima. Antes, buscábamos en las enciclopedias y leíamos, ahora, con un solo dedo, tienen a su alcance todo lo que necesitan y que deben aprender a sacar provecho. Disponen de un abanico de posibilidades que les da acceso a cosas hasta ahora impensables y de las que pueden aprender mucho.

Hay que mostrarles las posibilidades que ofrecen todas estas tecnologías con el objetivo de acercar la escuela a la sociedad. Los centros educativos, tienen el reto de formar a las personas para que se desenvuelvan en esta sociedad. Estamos ante un aprendizaje de por vida que debe comenzar en la cuna de nuestra educación. Familia y centro educativo deben compaginarse en esta formación. Es más, deberían ayudar a los padres que no tienen a su alcance el conocimiento necesario sobre las nuevas tecnologías para poder estar junto a sus hijos en este campo tan moderno y tan necesario hoy en día. La familia, es la primera educadora pero sin la escuela, sería más difícil todavía ayudar a formarse a estas personas tan importantes como son nuestros hijos.

“Los protagonistas serán siempre las personas y los fines aquellos que se tracen en el ámbito educativo familiar”•

lunes, 8 de marzo de 2010

Educar en casa

Pensamos que la educación no es problema nuestro. Buscamos un colegio donde creemos que van a educar a nuestros hijos y que se van a "encargar de ellos" sin que tengamos que preocuparnos por nada. ¡Qué equivocación! La familia es el principal núcleo de educación. Es en casa donde debemos enseñarles lo que nosotros queremos, lo que esperamos de ellos. Es en casa donde les vamos a preparar para el futuro, para ser personas de provecho. No podemos pretender que enseñen a nuestros hijos los valores que consideramos importantes sin implicarnos en ello. Debemos de ser ejemplo y guia para ellos.
No olvidemos que los hijos son algo "prestado", que llegará un día en que se marcharán del nido y comenzarán a recorrer su camino. Y es entonces cuando podremos ver lo que les hemos enseñado. Podremos ver el fruto de lo que hemos sembrado, y si queremos que la cosecha sea buena y fertil, habrá que poner buena semilla, la que llevamos dentro de nosotros y que queremos transmitir a nuestros hijos. O ¿acaso pretendes que otros siembren en tus campos? ¿te vas a arriesgar a que la semilla sea defectuosa o se convierta en mala hierba? No creo que nadie quiera recoger mal fruto.
Pero ojo, luego, si no lo hemos regado, no podemos lamentarnos de la mala suerte que hemos tenido, no podemos echar la culpa al exterior de que las cosas no salgan como esperábamos. Hay que vigilar el temporal: el sol, las lluvias y hasta los insectos que revolotean, serán adecuados para nuestra siembra siempre que estemos pendientes de que no se quemen, se inunden o se cubran de plagas las primeras hojas, nuestros retoños, y siempre que los cuidemos con amor, y que los vigilemos con cariño.
¿A qué esperas para sembrar?