lunes, 12 de abril de 2010

La Justicia y el comportamiento moral

Algunos textos bíblicos ya hablan de la justicia como virtud especial. Las virtudes son sus empeños, pues ella enseña la templanza y la prudencia, la justicia y la fortaleza: lo más provechoso para el hombre en la vida.

En la Biblia, Dios es el Justo por excelencia: establece una Alianza salvífica con su pueblo a la cual es fiel (Gn 24, 27; Jos 23, 14; 2 S 2, 6). Esta justicia se manifiesta en castigar a personas o naciones impías y en socorrer al oprimido. Frente a las caídas e infidelidades del pueblo elegido, comienza a desarrollarse un concepto más profundo de la justicia de Dios como fidelidad unilateral a la Alianza, que lleva a manifestar la misericordia divina con los pecadores. Por eso, la justicia entre los hombres no puede limitarse a una relación de estricta igualdad, debe estar siempre acompañada de la misericordia.

La justicia divina comienza a considerarse en un terreno más espiritual y escatológico y se pone en relación con la paz. Aunque Dios es el justo por antonomasia, el hombre es justo cuando vive según las exigencias de la alianza.
En el Antiguo Testamento, se habla de lo que llamamos la justicia social: igual que Dios libra al pueblo de la esclavitud de Egipto, los israelitas no deben imponer la opresión al prójimo. Hay muchas denuncias proféticas de las injusticias: homicidio por la lujuria y codicia, desgobierno de la autoridad, injusticias en los tribunales, opresión a los pobres, etc… Yahvé cuida a los pobres y a los oprimidos que están a merced de los prepotentes y no consiguen obtener justicia. El Señor toma la defensa de los débiles. Por eso, son los pobres y los humildes de corazón los que ponen la confianza en Dios (Sal 40, 18; Pr 21, 5), así, el concepto de pobre se aproxima al significado de justo.

Ya lo vemos en el nuevo testamento: Dios ensalza a los humildes, colma de bienes a los hambrientos; en cambio dispersa a los soberbios y deja con las manos vacías a los ricos.. El Señor propone una “justicia superior”: al mal no se debe responder con el mal, sino con un comportamiento afectuoso y una total adhesión al bien. Se trata de poner un amor sin reservas en la base de la justicia.

El amor a Dios y al prójimo en su más completo radicalismo, hasta amar a los enemigos, se hace posible gracias a la plena donación de Cristo. Es un amor que por deber de justicia, debe comenzar con los más pobres y necesitados: es la caridad de Cristo que se hace solidario con toda la miseria e indigencia humana. El amor cristiano es una actitud interior; por eso es más importante formar el corazón de las personas que crear estructuras jurídicas y sociales

La virtud de la Justicia se puede definir como la voluntad constante y firme de dar al otro aquello que le es debido (CEC 1807). Sus elementos clásicos son:

a) La Igualdad: no se regula por “quien” sino por “qué” y “cómo” se intercambian los bienes.
b) Lo debido: significa que la justicia obliga según un estricto deber jurídico que casi siempre puede reclamarse con un título legal. La justicia no “obliga más” que las otras virtudes.
c) La alteridad: quiere decir que se trata de dos partes diversas; se distinguen porque una posee un derecho que la otra debe respetar. Por ser virtud, la justicia radica en la interioridad del ser humano, y su destino es una persona o un grupo de personas. Un exceso de objetividad podría transformar la justicia en injusticia.

La justicia es por naturaleza una virtud social. Se identifica con la justicia general subrayando el aspecto del bien social, que redunda en el bien de la persona, sobre todo de los más necesitados.

La justicia social, ha asumido gran importancia en nuestra época. Es un deber de los individuos y de toda la sociedad en su conjunto. La justicia no puede limitarse a las relaciones individuales. Es una virtud moral que se refiere a los medios para alcanzar el fin último. La Iglesia enseña que no hay distancia entre el amor al prójimo y la voluntad de justicia. Si se oponen, se desnaturalizan ambos a la vez. Una justicia cerrada en sí misma desemboca en el egoísmo y en el individualismo, y lleva consigo el riesgo de las mayores injusticias.

La justicia es una tarea moral permanente que empieza por uno mismo y alcanza ciertas estructuras (leyes, instituciones, etc.). Hay que hacer lo que está al alcance, que siempre empieza por uno mismo y repercute en los demás.

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