domingo, 11 de abril de 2010

La familia light

Una de las tareas más grandes de la familia es la de formar personas libres y responsables. Por eso, los padres han de devolver la libertad a sus hijos, de la cual durante algún tiempo son tutores. Cuando la familia no se cierra en sí misma, los hijos van a prendiendo que toda persona es digna de ser amada, y que hay una fraternidad fundamental universal entre todos los seres humanos. La familia es la principal escuela de los hijos.

Hoy en día, escuchamos a menudo la frase: “La familia está en crisis”, pero no estamos simplemente ante una crisis de la familia y de su papel educativo tradicional, sino que se está labrando un ataque a la familia, una estrategia bien organizada para “liquidarla”. Los programas televisivos y las representaciones del amor en los medios de comunicación, entran a formar parte de este ataque discreto, sutil, constante y martilleante. En las series o debates de la pequeña pantalla se denigra la figura de la familia natural tradicional, relegada y ridiculizada como represiva y enemiga para poder dar rienda suelta a los propios deseos. Se presenta de manera neutra, considerando como normal, cualquier tipo de comportamiento o tendencia, aunque sea de lo más absurdo y estúpido. Se sugiere y se favorece a escondidas o abiertamente, el amor sin compromiso alguno y sin proyectos que pongan en juego el futuro.

“La familia es el núcleo donde cada persona se humaniza, se hace íntegramente persona en todas sus facetas”. Por eso, tiene tanta importancia la educación familiar, o mejor dicho, la educación en y desde la familia.
“La educación es la acción recíproca de ayuda al perfeccionamiento humano, ordenado intencionalmente a la razón y dirigido desde ella, en cuanto que promueve la formación de hábitos éticamente buenos”.

Pero ¿qué le está sucediendo hoy en día a la familia? A nuestro alrededor escuchamos continuamente frases como: “llevamos dos años juntos y no necesitamos casarnos”, “Cómo voy a tener más hijos? ¡cuestan mucho dinero!”; “mi hija vive con su novio en Madrid pero no están casados, ¿para qué? Están muy bien así, el es un chico estupendo”. Y sin embargo, con estas expresiones, tratamos de justificar nuestra infelicidad ante estos hechos. No se da valor al compromiso, al matrimonio, a la fidelidad, al amor. Se compara al amor y a la pareja con un bien al que tengo derecho y que escojo o del que me despojo cuando me he cansado y en el horizonte aparece un nuevo “producto” que promete gratificarme más. ¿Qué prefiero no casarme y no tener un compromiso indefinido?; ¿Soy feliz pensando en la situación de mi hija?; ¿sólo quiero tener uno o dos hijos como mucho?”. Es imposible que si uno responde afirmativamente a estas preguntas, se sienta feliz. Claro, es mucho más fácil aparentar que uno está de acuerdo, es mucho más fácil querer parecer moderno, porque eso es lo que hace ahora todo el mundo. Pero quizás deberíamos preguntarnos, qué es lo que estamos transmitiendo, cuanto amor estamos dando.

“Pasamos de un estilo autoritario y represivo, aun estilo permisivo, sin límites, sin normas, sin exigencias, o contradictorio y negligente, sin coherencia, y no vemos que hay un estilo intermedio, un estilo integrativo y democrático, en el que es posible mantener un esquema de dimensiones básicas, en el que principalmente actúa el amor, ingrediente principal para la acción educativa, imprescindible como norma para guiar con grandes valores, en este arduo camino de la vida”.

Todos los días, en la puerta del colegio de mis hijos o en el jardín de mi casa, veo muchos padres que o son autoritarios o son totalmente permisivos.

Los primeros, exigen buenas notas en el colegio, imponiendo castigos si no es así. No les preocupa cómo crecen sus hijos como personas. Recientemente, escuché una conversación en un restaurante, en el que un matrimonio estaba en la mesa de al lado con su única hija. El padre insistía en que tenía que ser la mejor en la clase, que tenía que mejorar las notas, le decía que sólo los mejores triunfan y son alguien. Me giré con disimulo para ver a los protagonistas de la conversación, y mi asombro fue grande cuando vi a una niña que tendría como mucho 9 años, pero lo que más me impresionó, fue su mirada triste, aceptando con un gesto con la cabeza, lo que decía su padre. También he visto, en el parque, madres que se empeñan en que el niño no se mueva de su lado, que no corretee, que no se manche, y yo pienso: “entonces, ¿para qué bajas al parque? Pero como el niño se manche con el zumo de la merienda o con las galletas de chocolate, se horrorizan y se llevan un disgusto tremendo.

Pero los permisivos, se llevan la nota más alta. Desde que nacen, dejan que el niño “les maneje”. Con dos años, si no consigue lo que quiere, llora y patalea hasta desesperar a los padres, con lo cual, nerviosos por no saber qué hacer o avergonzados por el mal comportamiento del niño, acaban cediendo a sus deseos, permitiéndole salirse con la suya, y de esta manera, dándole al niño una fórmula para conseguir lo que quiere, la cual, lógicamente utilizará cada vez que quiera obtener algo. Recientemente, en una reunión de vecinos me encontré discutiendo de este tema. En el jardín, junto a los padres (y digo padres porque no sólo hay madres, también hay bastantes padres todas las tardes) niños de 2 a 8 años campan a sus anchas, mientras los padres, sentaditos en el banco y sin mirar siquiera a los niños se dedican a hablar con sus vecinos de las eventualidades del día, mientras los angelitos se dedican a pisar las plantas, tirar piedras a la piscina, llenar de arena los desagües, zarandear los árboles recién plantados y todo lo que se les pase por la imaginación, porque claro, “como no me miran”….Al quejarse algunos vecinos de esta actitud, y comentar que había que enseñar a los niños que están haciendo algo mal y que “eso no se hace” (lo cual, lógicamente, hay que repetir una y otra vez indefinidamente), uno de esos padres respondió (textualmente). “bueno, eso es otra forma de educar”.

¿Es educar permitirles hacer lo que quieran? ¿Es educar que actúen a su antojo aunque perjudiquen a los demás? Luego, van creciendo y la frase más oída es: -“es que me ha salido de una manera…”- Todavía no comprenden que los hijos no tocan en una lotería, no “salen de ninguna manera”. Hay que “hacerlos”. Hay que educarlos, hay que ayudarles a crecer, hay que sembrar en ellos lo que queremos recoger. Claro que la siembra, no garantiza siempre una buena siega, pero yo estoy segura, de que siempre, algo queda, y ese algo es lo que le va a ayudar a seguir creciendo.

Llega la adolescencia, y tenemos hasta la más última de las tecnologías en casa. El adolescente, tiene teléfono móvil, tiene ordenador, acceso indiscriminado a Internet (porque claro, lo tienen los demás), van vestidos con las últimas marcas (aunque sean carísimas), fuman pensando que son mayores (y a sus padres ni se les pasa por la cabeza que lo hacen) y los fines de semana salen de botellón (¡mi hijo no!) porque está de moda, volviendo muchas veces en condiciones lamentables y que los padres parecen no ver. Detrás de estas actitudes, se evidencian un relajamiento en la responsabilidad educacional de los padres, que se olvidan que ligado al alcohol hay un ambiente de distensión que puede convertirse en una excesiva situación de riesgo si se une a otra serie de actividades y sustancias.

Se junta la permisividad con lo light. Es decir, el adolescente llega a casa y puede comer lo que quiera, porque “pobrecito, al menos que meriende algo”, y claro, mientras merienda, escoge donde ver la televisión (para descansar un poco de la ardua tarea de haber ido al colegio). No hay un orden ni un horario de lo que debe de hacer, y si se sienta simulando estudiar mientras mira una de esas revistas para jóvenes (porque nadie entra a ver si realmente estudia) o escuchando música (porque le relaja, cuando es incompatible con el estudio) se pasa la tarde y cuando vienen los suspensos entonces pensamos. -“con lo que estudia y que mala suerte, si es que el profe le tiene manía”.-

Y no hablemos del amor, porque es una cursilería. Si una chica se niega a hacer top-les, es una estrecha (no es que tenga pudor); si se niega a llevar una super mini falda ó un bikini en vez de un bañador, es que no es moderna y no se entera de las últimas tendencias; si a los 15 no sales con algún chico, es que eres rara; si vas a misa, vaya rollo, y si sacas buenas notas, que empollón/a. Con lo cual, la mayoría de las veces, ir contra corriente (es decir, ser normal), es arduo y difícil.

No podemos olvidarnos, de esos padres negligentes, que dicen una cosa y hacen otra. Por ejemplo, llevan a sus hijos a un colegio católico, porque quieren una buena educación. Piensan que en un colegio religioso les van a dar lo que ellos no son capaces de dar. Quieren educarles en valores y piensan que lo que les van a dar en el colegio, es suficiente. Saben que (lógicamente) se enseña religión, pero no se habla de Dios en casa, no rezan y no van a misa los domingos; eso sí, que no se les ocurra suspender la asignatura de religión y que hagan la comunión o la confirmación como todos sus amigos. Otro ejemplo, es cuando han traído malas notas y tratan de imponer un castigo, que al segundo día se ha olvidado. No hay normas ni colaboración en el hogar. Les dejan hacer lo que quieren y cuando se dan cuenta, tratan de exigir algo que ni siquiera les han explicado cómo deben hacer. Las consecuencias de este estilo educativo son importantes. Cuando crecen, buscan el apoyo en los amigos, porque se dan cuenta de que sus padres no son coherentes. No acuden a ellos en busca de apoyo, y muchas veces van a la deriva, esperando encontrar un barco que les recoja.

¿Qué está pasando en esta sociedad que absolutamente todo nos parece bien? Con la igualdad de la mujer, muchas han olvidado algunas prioridades. Pero también los hombres las han dejado a un lado. El trabajo nos obliga a permanecer muchas horas fuera de casa. Llegamos cansados y sin ganas de dedicar tiempo a nuestros hijos, y a ver quién es el que riñe al niño o habla con él para ver qué le pasa.

Todo el mundo aspira a tener “una buena familia”, pero a veces cuesta dar energía a nuestra propia vida familiar con buenos momentos compartidos. Para la educación familiar, “estar juntos” es fundamental. Educar en familia, es vivir como padres cerca de los hijos. Los padres se han vuelto laxistas, y el laxismo se traduce en “haz lo que quieras, hijo: ya te educará la vida”. Y los hijos crecen con muchas opciones para elegir y pocos criterios de unos padres cansados que no les han enseñado (porque no saben o no han podido) a vivir en familia.

Entre todas estas situaciones, nos hemos olvidado de algo muy importante: de Dios. En la cultura actual se exalta muy a menudo la libertad del individuo concebido como sujeto autónomo, como si se hiciera él sólo y se bastara así mismo, al margen de su relación con los demás y ajeno ante su responsabilidad ante ellos. La verdadera libertad del ser humano proviene de haber sido creado a imagen y semejanza de Dios.

Por ello, la educación cristiana es educación de la libertad y para la libertad. El lenguaje de la fe se aprende en los hogares. Y no podemos pretender que aprendan fuera de casa algo que no somos capaces de transmitir y de apoyar.

Se persigue la religión. Ser católico es ser raro. Lo normal es estar divorciado, ser madre soltera o ser homosexual. El aborto, la fecundación in vitro, las operaciones de sexo, utilizar planificación familiar artificial…..está a la orden del día Nos quieren hacer creer que Dios no tiene nada que ver en la creación, que no pinta nada en nuestras vidas, que podemos vivir sin él, que no es importante para nosotros.

La familia es donde los hijos aprenden las pautas educativas y donde se forja su personalidad. Recientemente, leí un libro de un famoso Juez de Menores, Emilio Calatayud, en el que, al final, daba un “Decálogo para formara un delincuente”, en el que dice lo siguiente:

1.- Comience desde la infancia dando a su hijo todo lo que pida. Así crecerá convencido de que el mundo entero le pertenece.
2.-No se preocupe por su educación ética o espiritual. Espere a que alcance la mayoría de edad para que pueda decidir libremente.
3.- Cuando diga palabrotas, ríaselas. Esto le animará a hacer más cosas graciosas.
4.- No le regañe nunca ni le diga que está mal algo de lo que hace. Podría crearle complejos de culpabilidad.
5.- Recoja todo lo que él deja tirado: libros, zapatos, ropa, juguetes… Así se acostumbrará a cargar la responsabilidad sobre los demás.
6.- Déjele leer todo lo que caiga en sus manos. Cuide de que sus platos, cubiertos y vasos estén esterilizados, pero no de que su mente se llene de basura.
7.- Riña a menudo con su cónyuge en presencia del niño, así a él no le dolerá demasiado el día en que la familia, quizás por su propia conducta, quede destrozada para siempre.
8.- Dele todo el dinero que quiera gastar, no vaya a sospechar que para disponer del mismo es necesario trabajar.
9.- Satisfaga todos sus deseos, apetitos, comodidades y placeres. El sacrificio y la austeridad podrían producirle frustraciones.
10.- Póngase de su parte en cualquier conflicto que tenga con sus profesores, vecinos, etc. Piense que todos ellos tienen prejuicios contra su hijo y que de verdad quieren fastidiarle.

Después de leer estos 10 puntos, creo que están bastante claras las pautas educativas que a todos nos gustaría seguir. “Para poder hablar de un buen modelo parental enmarcado en un estilo educativo positivo se debe tener en cuenta qué se transmite y cómo se transmite en la familia”.

Pero claro, a esto también contribuye el Estado. En estos momentos, por ejemplo, aquí en España, nos imponen en los colegios una asignatura que atenta contra la libertad de educación. “Educación para la ciudadanía”, así la llaman a una asignatura que quieren poner como obligatoria para adoctrinar y dar a nuestros hijos, la “información” que ellos consideren adecuada, de la manera que a ellos les parezca. No puedes elegir el colegio que tú deseas, violando el derecho de los padres a elegir la educación de sus hijos; permiten que los estudiantes pasen el curso con un montón de asignaturas pendientes, se puede repetir varias veces de curso, y en cuanto al botellón, dicen que está prohibido pero dan licencias sin control a tiendas de chuches, en las que se realizan venta de alcohol y tabaco a menores.

¿Tenemos todos los padres claro cuáles son las obligaciones y derechos que como padres nos competen? “El artículo 154 del Código Civil habla de las facultades de los padres, de la patria potestad, del deber de corregir moderadamente a los hijos….. Pero también existe el artículo 155, donde se nos dice que los hijos deben obedecer y respetar a sus padres siempre que permanezcan con ellos”.

Pero no podemos limitar nuestra responsabilidad como padres a esos artículos del Código Civil. Hay que ir mucho más allá si queremos formar hijos libres y responsables, dándoles nuestro tiempo, escuchándoles, respondiéndoles con criterio y desde la razón; fomentando la seguridad y la autonomía, sin sobreprotegerlos, enseñándoles lo que pueden hacer y lo que no deben hacer, con coherencia, marcándoles una pauta; exigiendo unas metas y dándoles aliento. Pero sobre todo, estando ahí, a su lado.

“El futuro de la humanidad pasa por la familia”. Si se destruye la familia, se reducirá el ámbito de cultura en el que el hombre puede encontrarse así mismo y crecer en su auténtica humanidad, en su capacidad de aprender a amar hasta el don de sí. La tarea que tenemos delante es la que nos indicaba Juan Pablo II: “enseñar a amar”.

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